Todos sabemos la extraña relación que une a las mujeres con la ropa y las tiendas, pero esa relación se ve incrementada diez veces más al llegar las rebajas.
El 98% de las mujeres van con un objetivo a las tiendas (por ejemplo, una blusa), y terminan comprando: una blusa, un bolso a juego con la blusa, unos zapatos a juego con el bolso y unos pantalones a juego con los zapatos.
En este aspecto el hombre es el ser más sencillo del mundo.
Hombre en las rebajas:
Objetivo: camiseta
Color: azul
Talla: L
La mujer, sin embargo, recorrerá la distancia equivalente de Pamplona a Lourdes 4 veces, por todo el centro comercial, buscando bolsos, faldas, blusas, camisas, etc. Siempre vigilando que tenga zapatos y/o bolsos a juego, y que no le haga gorda.
Las rebajas son muy bonitas cuando, tanto la especie macho como la especie hembra, van por separado a comprar. Pero el gran problema viene cuando el hombre se ve obligado a ir acompañado de una mujer, y es cuando se produce una transmutación en el espacio-tiempo que hace evolucionar al hombre predeterminado a un ser popularmente conocido como... HOMBRE-PERCHA.
La función del hombre-percha es muy sencilla, y a continuación expondré las pautas y normas generales a seguir por el hombre-percha:
El hombre-percha se someterá única y exclusivamente a la mujer, sin rechistar, entrando en las 1.653 tiendas que la mujer tiene pensado entrar. Si por casualidad, la mujer quiere volver a entrar en una tienda que ya ha sido vista anteriormente, es importante NO PROTESTAR, y si hace falta, entrar catorce veces más, aunque ella diga que todo lo que hay es feo.
Se recomienda al hombre-percha tomar algo para combatir el mareo producido por el recorrido, ya que deberá permanecer andando detrás de ella, y pasearse entre todos los estantes de ropa, perfumes y demás, ya que el recorrido tendrá más curvas que el circuito de Montecarlo.
La posición del hombre-percha cuando esté parado será firme, con los brazos hacia delante dispuesto a recibir decenas de prendas. El uso de guantes de cuero es recomendable, con el fin de evitar que se claven en los dedos el alambre de las perchas, o el asa de las bolsas, cuyo peso total superará 3 veces la masa muscular de Hulk. Eso es otra; todas, absolutamente todas las bolsas de ropa las llevará el hombre-percha, ya que la mujer ha de tener las manos libres para rebuscar entre la ropa.
Por último, puede que al hombre-percha se le presente la ocasión de comprarse algo. La mujer verá alguna prenda y dirá "mira que mono"; en ese momento hay que reaccionar rápido y decir "sí, me lo voy a probar". Si funciona, el hombre-percha será libre durante el tiempo que dura probarse la prenda. Es importante probársela, aunque sea fea, pero proporciona ese descanso en los brazos y manos del hombre-percha.
En cuanto salga del probador, el hombre-percha volverá a su esclavitud. Y así hasta que cada uno vuelva a su casa.
Tras esta terrible experiencia, el hombre dirá eso de "no vuelvo a ir contigo a comprar ropa nunca más". Pero por dentro, en lo más profundo de su mente, hay algo que le dice que sí volverá a ir, cuando y donde ella quiera.
Y eso es así.
El 98% de las mujeres van con un objetivo a las tiendas (por ejemplo, una blusa), y terminan comprando: una blusa, un bolso a juego con la blusa, unos zapatos a juego con el bolso y unos pantalones a juego con los zapatos.
En este aspecto el hombre es el ser más sencillo del mundo.
Hombre en las rebajas:
Objetivo: camiseta
Color: azul
Talla: L
La mujer, sin embargo, recorrerá la distancia equivalente de Pamplona a Lourdes 4 veces, por todo el centro comercial, buscando bolsos, faldas, blusas, camisas, etc. Siempre vigilando que tenga zapatos y/o bolsos a juego, y que no le haga gorda.
Las rebajas son muy bonitas cuando, tanto la especie macho como la especie hembra, van por separado a comprar. Pero el gran problema viene cuando el hombre se ve obligado a ir acompañado de una mujer, y es cuando se produce una transmutación en el espacio-tiempo que hace evolucionar al hombre predeterminado a un ser popularmente conocido como... HOMBRE-PERCHA.
La función del hombre-percha es muy sencilla, y a continuación expondré las pautas y normas generales a seguir por el hombre-percha:
El hombre-percha se someterá única y exclusivamente a la mujer, sin rechistar, entrando en las 1.653 tiendas que la mujer tiene pensado entrar. Si por casualidad, la mujer quiere volver a entrar en una tienda que ya ha sido vista anteriormente, es importante NO PROTESTAR, y si hace falta, entrar catorce veces más, aunque ella diga que todo lo que hay es feo.
Se recomienda al hombre-percha tomar algo para combatir el mareo producido por el recorrido, ya que deberá permanecer andando detrás de ella, y pasearse entre todos los estantes de ropa, perfumes y demás, ya que el recorrido tendrá más curvas que el circuito de Montecarlo.
La posición del hombre-percha cuando esté parado será firme, con los brazos hacia delante dispuesto a recibir decenas de prendas. El uso de guantes de cuero es recomendable, con el fin de evitar que se claven en los dedos el alambre de las perchas, o el asa de las bolsas, cuyo peso total superará 3 veces la masa muscular de Hulk. Eso es otra; todas, absolutamente todas las bolsas de ropa las llevará el hombre-percha, ya que la mujer ha de tener las manos libres para rebuscar entre la ropa.
Por último, puede que al hombre-percha se le presente la ocasión de comprarse algo. La mujer verá alguna prenda y dirá "mira que mono"; en ese momento hay que reaccionar rápido y decir "sí, me lo voy a probar". Si funciona, el hombre-percha será libre durante el tiempo que dura probarse la prenda. Es importante probársela, aunque sea fea, pero proporciona ese descanso en los brazos y manos del hombre-percha.
En cuanto salga del probador, el hombre-percha volverá a su esclavitud. Y así hasta que cada uno vuelva a su casa.
Tras esta terrible experiencia, el hombre dirá eso de "no vuelvo a ir contigo a comprar ropa nunca más". Pero por dentro, en lo más profundo de su mente, hay algo que le dice que sí volverá a ir, cuando y donde ella quiera.
Y eso es así.